jueves, 18 de mayo de 2017

El arte de la diplomacia en la era digital


El arte de la diplomacia en la era digital
Mostafa Ammadi
Catedrático de Lingüística General.
Escuela Superior Rey Fahd de Traducción
Universidad Abdelmalek Essaadi




Las relaciones entre estados y las negociaciones internacionales se desarrollan por los diplomáticos, a quienes suele caracterizar la habilidad para conseguir la cooperación y la concordia. La expresión «tener diplomacia» ha sido siempre sinónimo de cortesía y sagacidad, incluso disimulo, de ahí las innumerables citas que aluden a los diplomáticos como personas que se piensan dos veces lo que van a decir. En la era digital estas definiciones necesitan una urgente revisión, ya que el uso exagerado de las redes sociales por muchos políticos y diplomáticos muy activos en Facebook, Twitter o Instagram ha dado la vuelta al uso comunicativo del concepto «diplomacia». Son muchos los mensajes políticos que inundan las redes a diario y a los cuales tienen acceso millones de usuarios de smartphones y tabletas. Hoy en día, gracias a Internet los ciudadanos acceden a los eslóganes y a la propaganda con una rapidez tan inusitada que ya pocos se plantean ir a los mítines si no se transmiten in streaming.
Esta realidad, vivida en primera línea por los políticos, ha provocado que muchos representantes de gobierno expresen sus ideas a través de secuencias de 140 caracteres fácilmente reproducibles en la red. La labor diplomática, que tradicionalmente ha estado asociada al sigilo, la prudencia y la moderación, hoy se ha redefinido al rendirse al poder mediático de los mensajes digitales virales y de los influencers. La credibilidad sobre un tema estratégico ya no está en manos de expertos o especialistas acreditados por instituciones prestigiosas, sino de aquellos que saben usar la red social para generar opiniones y reacciones. Los anuncios vía Facebook o Twitter de los presidentes de gobierno nos hacen recordar con nostalgia los grandes discursos de políticos de la historia (Cicerón, Winston Churchill, Manuel Azaña), escritos y pronunciados con el arte de la elocuencia. Nos podemos preguntar dónde queda la discreción y el buen comportamiento que caracterizaban la vieja diplomacia, qué tipo de valores han llegado asociados a la prevalencia de las redes sociales, caracterizadas por la inmediatez y la difusión multitudinaria.
A nadie se le escapa hoy que estamos en una era diplomática de grandes y aceleradas transformaciones en la comunicación, aunque continúe siendo entendida como «el medio es el mensaje» en términos de McLuhan. Una fotografía o un video (que pueden haber sido previamente editados o transformados), una frase, un símbolo (emojis, emoticones, iconos), son elementos que pueden integrarse y constituir una información. Producir noticias destinadas a Internet, subirlas a la red y compartirlas con miles de seguidores es un proceso que ha alterado el triángulo de la comunicación (emisor, receptor, mensaje), trocado en un poliedro trazado por muchas cuentas que responden a perfiles ficticios. A los receptores de los mensajes de la llamada «diplomacia virtual» les suele satisfacer este campo de minas comunicativo donde puede saltar en cualquier momento una reacción o un comentario potente que cambiará una tendencia y desencadenará un éxito o un fracaso. En este perturbador terreno de la red social la diplomacia puede ganar alcance, pero también perder en un segundo la estima de todos, principalmente si se deja de lado lo principal: que se trata de un arte cuyo objetivo es establecer relaciones que potencian intereses comunes, desde la discreción y lejos de toda vanagloria personal.  

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