El arte de la diplomacia en la era digital
Mostafa Ammadi
Catedrático de Lingüística General.
Escuela Superior Rey Fahd de Traducción
Universidad Abdelmalek Essaadi
Las relaciones entre
estados y las negociaciones internacionales se desarrollan por los diplomáticos,
a quienes suele caracterizar la habilidad para conseguir la cooperación y la
concordia. La expresión «tener diplomacia» ha sido siempre sinónimo de cortesía
y sagacidad, incluso disimulo, de ahí las innumerables citas que aluden a los
diplomáticos como personas que se piensan dos veces lo que van a decir. En la
era digital estas definiciones necesitan una urgente revisión, ya que el uso
exagerado de las redes sociales por muchos políticos y diplomáticos muy activos
en Facebook, Twitter o Instagram ha dado la vuelta al uso comunicativo del
concepto «diplomacia». Son muchos los mensajes políticos que inundan las redes
a diario y a los cuales tienen acceso millones de usuarios de smartphones y
tabletas. Hoy en día, gracias a Internet los ciudadanos acceden a los eslóganes
y a la propaganda con una rapidez tan inusitada que ya pocos se plantean ir a
los mítines si no se transmiten in streaming.
Esta realidad, vivida
en primera línea por los políticos, ha provocado que muchos representantes de
gobierno expresen sus ideas a través de secuencias de 140 caracteres fácilmente
reproducibles en la red. La labor diplomática, que tradicionalmente ha estado
asociada al sigilo, la prudencia y la moderación, hoy se ha redefinido al
rendirse al poder mediático de los mensajes digitales virales y de los
influencers. La credibilidad sobre un tema estratégico ya no está en manos de
expertos o especialistas acreditados por instituciones prestigiosas, sino de
aquellos que saben usar la red social para generar opiniones y reacciones. Los
anuncios vía Facebook o Twitter de los presidentes de gobierno nos hacen
recordar con nostalgia los grandes discursos de políticos de la historia
(Cicerón, Winston Churchill, Manuel Azaña), escritos y pronunciados con el arte
de la elocuencia. Nos podemos preguntar dónde queda la discreción y el buen
comportamiento que caracterizaban la vieja diplomacia, qué tipo de valores han
llegado asociados a la prevalencia de las redes sociales, caracterizadas por la
inmediatez y la difusión multitudinaria.
A nadie se le escapa
hoy que estamos en una era diplomática de grandes y aceleradas transformaciones
en la comunicación, aunque continúe siendo entendida como «el medio es el
mensaje» en términos de McLuhan. Una fotografía o un video (que pueden haber
sido previamente editados o transformados), una frase, un símbolo (emojis,
emoticones, iconos), son elementos que pueden integrarse y constituir una
información. Producir noticias destinadas a Internet, subirlas a la red y
compartirlas con miles de seguidores es un proceso que ha alterado el triángulo
de la comunicación (emisor, receptor, mensaje), trocado en un poliedro trazado
por muchas cuentas que responden a perfiles ficticios. A los receptores de los
mensajes de la llamada «diplomacia virtual» les suele satisfacer este campo de
minas comunicativo donde puede saltar en cualquier momento una reacción o un
comentario potente que cambiará una tendencia y desencadenará un éxito o un
fracaso. En este perturbador terreno de la red social la diplomacia puede ganar
alcance, pero también perder en un segundo la estima de todos, principalmente
si se deja de lado lo principal: que se trata de un arte cuyo objetivo es
establecer relaciones que potencian intereses comunes, desde la discreción y
lejos de toda vanagloria personal.